De acuerdo a crónicas de la época, el adolescente fue visto por última vez en la esquina de Naón y Monroe (Belgrano). La Policía no le tomó la denuncia a los padres y su caso fue caratulado como “fuga de hogar”.
Un sobrino del joven desaparecido de nombre Diego (se reservó el apellido por pedido de la familia), fue el responsable para que se llegara a la identificación de su tío al leer sobre un hallazgo de restos humanos en la casa de Avenida Congreso al 3700 en Coghlan, al relacionar la información con la historia familiar. La edad, el sexo, la ropa y el contexto encajaban. Los análisis finalmente confirmaron lo que se sospechaba; es decir, el cuerpo hallado correspondía a aquel joven de 16 años desaparecido hace cuatro décadas. Exactamente el 26 de julio de 1984
Según relato de la familia, ese día, Diego regresó del colegio al mediodía, almorzó con su madre y luego le pidió dinero para tomar un colectivo. Dijo que iba a visitar a un amigo, pero no ofreció más detalles. La última vez que fue visto con vida fue en la esquina de Naón y Monroe, en Belgrano, a pocas cuadras de su casa.

Esperaron unas horas hasta hacer la denuncia en la comisaría 39 de Avenida Olazábal. Ya de noche, dentro de la sede de Villa Urquiza a cargo entonces de la Policía Federal, la respuesta de los agentes fue: “Se fue con una mina, ya va a volver”, les dijeron, según relató tiempo después la familia. O sea, no les tomaron la denuncia.
Ahora se pudo saber que Diego era estudiante de la ENET N.º 36, ubicado en la calle Ballivián 2329 (entre Combatientes de Malvinas y Urdininea) y jugaba al fútbol en Excursionistas. Entrenaba todos los días, excepto los jueves. El día de su desaparición vestía uniforme escolar, un dato clave que fue reconstruido recientemente gracias a objetos encontrados junto a los restos.
A partir del momento de la desaparición de Diego y sin la colaboración policial, la familia inició una intensa búsqueda. Repartió volantes, contactó medios y logró solo una entrevista en la revista ¡Esto!, publicada por Crónica, en mayo de 1986. Allí, Juan, el padre del joven desaparecido expresó su impotencia: “La Policía dice que tiene tres mil casos iguales… Desde el primer momento lo caratularon como ‘fuga de hogar’. Me negué a eso, pero como si nada. ¿Qué quieren investigar si ya dan por sentado que se fue?”
Durante todos estos años, su habitación permaneció intacta. Tras la reciente confirmación de identidad, fueron sus hermanos quienes le dieron la noticia a la madre de Diego. El padre, en tanto, falleció años atrás en un accidente de tránsito, convencido de que su hijo había sido secuestrado por una secta.
El misterio comenzó el 20 de mayo de este año, cuando por accidente trabajadores de una obra en construcción encontraron los restos óseos en el fondo de la casa. Según el informe, los huesos hallados pertenecían a un joven de entre 15 y 19 años, que posiblemente habría sido asesinado.
Posteriormente, el fiscal Martín López Perrando –a cargo de la investigación– se reunió con el equipo del EAAF que le dio un minucioso análisis de la situación y también pulió algunos datos preliminares, dice la nota.
A partir de la investigación, EAAF determinó que los restos son de un adolescente de menos de 20 años y no un joven de entre 20 y 25 años como señalaban algunas versiones. Además, su calzado era número 41, mucho más acorde con sus 1,77 metros de estatura, que los 37 que habían trascendido.
La cuarta costilla derecha de los restos tiene la marca de un puntazo. La cuarta costilla derecha de los restos tiene la marca de un puntazo.
Los antropólogos sumaron dos huellas más para tratar de identificar al misterioso NN de Coghlan:
1) Por la forma de sus huesos tenía los brazos más desarrollados que el resto del cuerpo. Esto puede indicar la práctica de algún deporte (remo, por ejemplo) o algún tipo de trabajo.
2) En el maxilar inferior derecho tenía un diente muy torcido al punto de que no hacía contacto con el del maxilar superior.
3) No le habían salido las muelas de juicio.
Un detalle para nada menor es que la fosa donde estaba enterrado el cuerpo tenía muy poca profundidad: unos 60 centímetros. Para los investigadores, esto indica claramente que fue cavada con descuido y apuro. Eso explicaría, también, por qué se dejaron con el muerto objetos que podrían llevar a su futura identificación.
En total –según el informe de la Policía Científica de la Policía de la Ciudad– se trata de 150 fragmentos de hueso. Entre ellos se encontró una suela de un zapato, lo que parece un corbatín azul muy gastado, un llavero naranja con una llave, un reloj Casio con calculadora fabricado en Japón en 1982.
Pero lo más raro, en este caso ya de por sí raro, es una moneda de 5 yenes que al principio fue confundida con «un dije con inscripciones en idioma extranjero».
Marina Olmi, hermana de Boy, y última propietaria de la casona de Congreso 3742, se la alquiló a Cerati dos años -entre el 2001 y 2003- al cantante durante el tiempo en que ella estuvo viviendo en España. Hace dos años, la artista plástica vendió la propiedad y allí se levantará un edificio.
Cuando comenzaron las tareas de excavación en el terreno, una vez ya demolida la casa, los obreros encontraron restos óseos que luego la policía constató que eran humanos, y otras pertenencias, tales como relojes.
“En un momento dado, se desprendió un trozo de tierra de la casa lindera y quedaron a la vista lo que aparentarían ser restos óseos humanos “, señala el parte policial.
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