Diego Fernández Lima, el adolescente que fue asesinado en 1984 y cuyos huesos se hallaron 41 años después en la casa de Coghlan de su excompañero Cristian Graf, tendrá su velatorio convocado por su familia, luego de que la Justicia les entregará sus restos.
Este viernes 21 de noviembre, de 15 a 00, quienes quieran darle el último adiós a Diego Fernández Lima podrán hacerlo en Nardi Sepelios, ubicado sobre la avenida Álvarez Thomas y Arizona, según informó la Agencia Noticias Argentinas,
“Vamos a despedir, como se merece, a mi amado hermano Diego. Los esperamos”, contó Javier Fernández Lima, hermano de la víctima.
Este miércoles, en información exclusiva a NA, el familiar confirmó que la Justicia, después de concluir con la investigación, les entregó los restos de los adolescentes hallados en mayo de 2025 en el patio de la casa donde vive su ex compañero de escuela, Cristian Graf.
Javier sostuvo que, aunque se trató de “un día especial”, es “algo que no se lo deseo a nadie”.
Luego del hallazgo de los restos, el fiscal Martín López Perrando acusó a Graf de encubrimiento, por haber realizado diversas conjeturas sobre la aparición del cuerpo de la víctima en el patio de su casa.
Sin embargo, a fines de octubre el juez Alejandro Litvack dictó el sobreseimiento, resolución que fue apelada por la fiscalía y la querella y que recién podría tener novedades a mediados de diciembre.
Un sobrino del joven desaparecido de nombre Diego (se reservó el apellido por pedido de la familia), fue el responsable para que se llegara a la identificación de su tío al leer sobre un hallazgo de restos humanos en la casa de Avenida Congreso al 3700 en Coghlan, al relacionar la información con la historia familiar. La edad, el sexo, la ropa y el contexto encajaban. Los análisis finalmente confirmaron lo que se sospechaba; es decir, el cuerpo hallado correspondía a aquel joven de 16 años desaparecido hace cuatro décadas. Exactamente el 26 de julio de 1984
Según el relato de la familia, ese día, Diego regresó del colegio al mediodía, almorzó con su madre y luego le pidió dinero para tomar un colectivo. Dijo que iba a visitar a un amigo, pero no ofreció más detalles. La última vez que fue visto con vida fue en la esquina de Naón y Monroe, en Belgrano, a pocas cuadras de su casa.
Esperaron unas horas hasta hacer la denuncia en la comisaría 39 de Avenida Olazábal. Ya de noche, dentro de la sede de Villa Urquiza a cargo entonces de la Policía Federal, la respuesta de los agentes fue: “Se fue con una mina, ya va a volver”, les dijeron, según relató tiempo después la familia. O sea, no les tomaron la denuncia.
Ahora se pudo saber que Diego era estudiante de la ENET N.º 36, ubicado en la calle Ballivián 2329 (entre Combatientes de Malvinas y Urdininea) y jugaba al fútbol en Excursionistas. Entrenaba todos los días, excepto los jueves. El día de su desaparición vestía uniforme escolar, un dato clave que fue reconstruido recientemente gracias a objetos encontrados junto a los restos.
A partir del momento de la desaparición de Diego y sin la colaboración policial, la familia inició una intensa búsqueda. Repartió volantes, contactó medios y logró solo una entrevista en la revista ¡Esto!, publicada por Crónica, en mayo de 1986. Allí, Juan, el padre del joven desaparecido expresó su impotencia: “La Policía dice que tiene tres mil casos iguales… Desde el primer momento lo caratularon como ‘fuga de hogar’. Me negué a eso, pero como si nada. ¿Qué quieren investigar si ya dan por sentado que se fue?”
Durante todos estos años, su habitación permaneció intacta. Tras la reciente confirmación de identidad, fueron sus hermanos quienes le dieron la noticia a la madre de Diego. El padre, en tanto, falleció años atrás en un accidente de tránsito, convencido de que su hijo había sido secuestrado por una secta.
El misterio comenzó el 20 de mayo de este año, cuando por accidente trabajadores de una obra en construcción encontraron los restos óseos en el fondo de la casa. Según el informe, los huesos hallados pertenecían a un joven de entre 15 y 19 años, que posiblemente habría sido asesinado.
Posteriormente, el fiscal Martín López Perrando –a cargo de la investigación– se reunió con el equipo del EAAF que le dio un minucioso análisis de la situación y también pulió algunos datos preliminares, dice la nota.
A partir de la investigación, EAAF determinó que los restos son de un adolescente de menos de 20 años y no un joven de entre 20 y 25 años como señalaban algunas versiones. Además, su calzado era número 41, mucho más acorde con sus 1,77 metros de estatura, que los 37 que habían trascendido.
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