Vélez se quedó otra vez con las manos vacías en la Copa Libertadores. Perdió 1 a 0 en el Cilindro ante Racing, idéntico resultado al de la ida en Liniers, y quedó eliminado en cuartos de final. La serie mostró lo que fue el equipo de Liniers: competitivo, con pasajes de buen juego, pero sin la contundencia necesaria para escribir otra historia.
En Avellaneda, los números reflejan la diferencia: apenas cuatro remates totales, con un solo disparo al arco. En cambio, Racing intentó 23 veces y generó 2.53 goles esperados contra los apenas 0.28 del Fortín. Aun así, el conjunto de Guillermo Barros Schelotto no fue una sombra: compitió, se sostuvo en tramos clave y hasta coqueteó con el empate cuando Imanol Machuca obligó a Facundo Cambeses a estirarse en la jugada que pudo cambiarlo todo.
Queda claro que el problema de Vélez no es la intención ni la entrega, sino la falta de peso ofensivo en las noches grandes. Tuvo posesión (54%) y más pases completados (261 contra 181), pero careció de agresividad y claridad en los últimos metros. En una serie internacional, eso se paga caro. Racing, aunque tuvo menos tiempo la pelota, fue más punzante, generó más y golpeó en el momento justo con el gol de Pablo Solari.
Queda la sensación de que Vélez hizo todo para competir, pero muy poco para ganar. La jerarquía individual y la eficacia en los duelos directos marcan la diferencia en la Libertadores, y ahí el equipo no estuvo a la altura.
La eliminación duele porque se pierde más que un partido: se pierde una chance de volver a estar en la conversación grande de Sudamérica, un espacio que Vélez ocupó con naturalidad en los 90 y que hoy parece lejano. Si quiere volver a esos días de gloria, deberá aprender que no alcanza con dominar la estadística de pases ni con resistir hasta el final: hace falta gol -Michael Santos volvió a demostrar que le queda enorme la 9 de Vélez- carácter y la convicción de animarse a más.
El Fortín se despide de la Copa Libertadores con la frente en alto, pero con la certeza de que la competencia no perdona la falta de gol. Ahora, el equipo de Barros Schelotto deberá acomodarse rápido: el próximo lunes 29, a las 20, recibirá a Atlético Tucumán en Liniers por el torneo local, el único campeonato que le queda por disputar en lo que resta del año. Allí tendrá la oportunidad de reencontrarse con su gente y empezar a reconstruir confianza, luego de un golpe duro en el plano internacional.
Agustina Guadagno