El presidente estadounidense Donald Trump volvió a captar la atención internacional al referirse a la situación económica de la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei. “No tienen nada, están muriendo”, dijo en una conferencia reciente, al mismo tiempo que defendió la ayuda económica de su país y aclaró que “Milei está haciendo todo lo que puede”.

Las palabras, entre el elogio y la lástima, retratan una paradoja: Trump reconoce la afinidad ideológica con Milei -el discurso contra el “socialismo”, la retórica del mercado libre, la batalla cultural- pero su diagnóstico expone la profundidad del colapso argentino.

Bajo la administración de Milei, la economía continúa en recesión, la inflación erosiona los ingresos y la pobreza se expande. Aun así, el Gobierno insiste en su relato de “refundación”, sostenido por un apoyo internacional que, como en este caso, parece más simbólico que real. Trump se presenta como un aliado, pero su frase “están muriendo” desnuda lo que en la Casa Rosada se intenta disimular: el experimento libertario atraviesa su fase más frágil.

El comentario del republicano, lejos de ser un simple exabrupto, funciona como un espejo. Refleja cómo los referentes de la derecha global ven a la Argentina: un país útil como laboratorio ideológico, pero prescindible en su sufrimiento. Mientras el oficialismo celebra cada gesto de apoyo extranjero, el ciudadano común enfrenta una realidad marcada por el desempleo, la precarización y el ajuste.

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